martes, 11 de enero de 2011

Lola García Olella. La observación psicomotriz: transformar la experiencia compartida en comprensión.


Nuestra objetividad en aquello que observamos siempre va a estar condicionada a nuestro universo simbólico, y tener conciencia de ello sería un buen punto de partida en el trabajo del psicomotricista. García Olella defiende esta idea al principio de su artículo, con la que estoy completamente de acuerdo, y es que la famosa y ya desgastada frase “yo soy yo y mi circunstancias” no ha perdido peso por el uso y abuso.
¿Qué percibimos? Si nos paramos a pensar serenamente y a profundizar en nosotros mismos puede que averiguemos que hay muchas eventualidades que condicionan cómo recibimos nuestro entorno: un desayuno apresurado, la discusión de anoche, las pocas horas de sueño, las retenciones en la autopista, la falta de tiempo libre, de ejercicio (o sucesos totalmente contrarios a los descritos)... son sólo las circunstancias externas, el envoltorio del bombón de emociones que nos acompañan en la cotidianeidad de nuestras interacciones. Dentro de nosotros, nuestras creencias y tradiciones, la culpa y el cielo, lo bueno y lo malo, el pasado y el futuro... conforman un mundo de estrategias posiblemente ideadas para huir de percepciones abiertas, selecciones de carácter fractal e interpretaciones creativas.
Al igual que nosotros, el niño o la niña sujeto de nuestra observación, lo está siendo en un espacio y tiempo determinado, por lo cual me pregunto: ¿es realmente posible un análisis sistemático de la interacción? Aunque los niveles y parámetros de observación que propone la autora de este artículo me parecen muy acertados en su gran parte, no puedo evitar pensar en la palabra “expectativas” que Lola García deja caer en algún que otro momento, y es que nuestras expectativas también son fruto de nuestro universo simbólico, ¿puede ser que sin querer estemos buscando de alguna manera unos ítems que nos ayuden a objetivizar al sujeto? Yo personalmente, y para complementar las propuestas de la Psicomotricista y profesora de Psicología defiendo un marco en donde no hayan expectativas, situado lo más alejado posible de la interacción adulto-niño, me gusta la idea que ya han comentado algunos ponentes de este postgrado del adulto responsable, presente pero transparente; por último un marco donde el desapego nos libre de aquellos recuerdos de la infancia que condicionan nuestro afecto hacia un niño, porque el desapego no es contrario al amor, ni mucho menos el apego tiene algo que ver con el amor, sino más bien con la posesión... y con buscar en el otro, de manera inconsciente, y a veces con demasiada insistencia, un reflejo de mí mismo (Montse Castellà llama a esto "transferencia"). Esto último nos lleva al planteamiento de la pregunta “¿queremos reproducir, o crear la realidad?”

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